Pum pum, pum pum. El corazón de Jose Miguel dejó de latir a ritmo de bulerías. Después de 14 horas latiendo con el particular compás del palo flamenco más jerezano, su corazón volvió a su estado original con ese aburrido y soso “pum pum, pum pum”.
Incapaz de asumir su vuelta a la normalidad, Jose Miguel entró en una farmacia gritando desesperado: “¡un deslifibri..! ¡Un desfilibra… ¡Un desbrifid…!”. “¿Un desfibrilador?”, dijo el amable farmacéutico empatizando con los problemas de dicción de Jose Miguel, “aquí tiene”.
Jose Miguel introdujo una moneda de 50 céntimos en el desfibrilador para activarlo. Comenzó a darse descargas eléctricas en el pecho a ritmo de bulerías. No. Probó ritmos de fandangos, alegrías y seguiríllas, pero tampoco. Su corazón dejó de ser gitano.
14 horas siendo gitano. Las mejores 14 horas de su vida. 14 horas en las que Jose Miguel entró en una vorágine de alcohol, cocaína y fiesta continuada.
Eran las seis de la tarde. Jose Miguel salía del juzgado. Era el juez que más tarde salía los martes. Perico el “Orejas” le abordó antes de que Jose Miguel entrara en su coche. “Oze Migué, Oze Migué, Oze Migué”. “¿Qué quiere, Pedro?” “Mi pare Manué quiere invitarle a merendar pa agraserle que haya zido tan justo con é”. Jose Miguel aceptó, no tenía a nadie que le esperara, así que fue a la merienda-cena organizada por el pare Manué.
En la puerta de la casa estaba Pepe Morcillas. 2.10 de alto por 1.70 de ancho, 140 kilos de gitano. “Tú ere payo, tú no entras” “Viene cormigo, Pepe”, respondió Perico. “Es payo, no entra”. “No quiero causar molestia, mejor me marcho”, dijo Jose Miguel. “¡No!” clamó una voz desde el interior. Una figura en la penumbra. El pater-gitanus, emergió desde las sombras. “Tranquilo, Pepe. Oze Migué, ven aquí”. El pare Manué colocó la mano en el pecho del juez mientras musitaba palabras inteligibles que probablemente sería hebreo, latín o catalán (pero el de Lleida). Con una elegancia propia de los Borbones, levantó la mano del pecho de Jose Miguel y le rodeó con los brazos, invitándole a entrar en la casa. Se detuvieron ante Pepe Morcillas. Este escudriñó a Jose Miguel de arriba a abajo, analizando todo punto de su anatomía. “Es gitano. Entra”.
Jose Miguel penetró en un mundo desconocido, mágico y fascinante. De pronto descubrió que su cuerpo era capaz de ingerir descomunales cantidades de alcohol y bailar y cantar como nunca un payo lo había hecho. Jose Miguel era feliz. Jose Miguel durante 14 horas no fue Jose Miguel, fue Oze Migué “er Camarón de la judicatura”.